sábado, 25 de mayo de 2013

Recensión: “Fiscal investigador contra juez instructor (la lógica de la investigación criminal)” de J. M. Villegas Fernández






El autor
Jesús Manuel Villegas Fernández nació en 1969 e ingresó en la Carrera Judicial por el turno libre en 1999; actualmente es el titular del Juzgado de Instrucción nº 3 de Guadalajara. Más allá de su faceta jurisdiccional, ha escrito libros como “Retórica forense” (Tirant lo Blanch, 2009), o Mobbing inmobiliario (Bosch, 2009). También es, actualmente, Secretario de la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial y editor de la revista digital Tempus Octobris.




Aspectos formales de la obra
“Fiscal investigador contra juez instructor (la lógica de la investigación criminal)” ha sido editado por Marcial Pons en 2012 y consta de un cuerpo de texto de 221 págs., a las que se debe añadir la bibliografía.

Está dividido en:
Introducción: Confesiones de un juez instructor.
Cap. I: El Derecho, el mito y la Ciencia.
Cap. II: La evolución del poder político y sus efectos jurídicos.
Cap. III: Las etapas evolutivas de la estructura lógica del proceso criminal.
Cap. IV: La superación del paradigma cientificista.
Cap. V: La ciencia actual frente a la inquisición o del Fiscal investigador frente al Juez instructor.
Cap. VI: Verdades reaccionarias contra mentiras progresistas.
Cap. VII: Los engranajes ocultos del proceso penal.
Cap. VIII: El proceso penal como circuito de comunicación.
Cap. IX: Hacia un proceso penal racional.
Epílogo: El camino de ida y vuelta entre la Ciencia y el Derecho.

Desarrollo de la obra
En primer lugar, debemos señalar que el autor consigue apartarse por completo de la manida generalización que se suele hacer al disertar sobre el órgano que debe instruir en nuestro país -el actual Juez de Instrucción o el candidato actual, el Ministerio Fiscal-. La introducción, precisamente, es la que nos lleva a entrar en esta dicotomía, que goza de partidarios para ambas posturas, aunque, usualmente y a diferencia de este libro, sin profundización alguna.

El autor sostiene que esta es una discusión en la que deben entrar a hablar todos los ciudadanos, señalando que, específicamente, está destinada a los abogados (pág. 14). También señala, pág. 17, cuál es su sorpresa al acabarse encontrando en una posición que guarda absoluta analogía a la del inquisidor.

El proceso penal, como bien señala (págs. 21 y 22, aunque incide mucho en esto a lo largo de todo el libro), ha de buscar, ante todo, un método para descubrir la verdad. En otras partes del libro matiza, como es lógico, que no debe ser un proceso absoluto sino matizado por el respeto a los derechos fundamentales del imputado; es decir, no toda investigación, por si misma, es válida.

A partir del Cap. I toma tres personajes (Edipo, el Rey de Tebas ya referido en la Odisea, el filósofo francés de finales del s. XX M. Foucault y el Juez Zarco, protagonista del cuento “El clavo”, de Alarcón), con los que va desarrollando sus tesis.

Siguiendo la imagen de la portada del libro, un ovillo de tejido multicolor, va desenredando la historia del procedimiento penal en la historia de España, procedimiento de Roma, Alta y Baja Edad Media, etc., hasta llegar a nuestros días, contraponiendo las deficitarias garantías procesales y el sistema inquisitivo que sustentaba su ausencia con el cada vez más moderno y respetuoso, para aquellas garantías, que se va adoptando en los procedimientos de los países occidentales (p. ej. pág. 47).

El contrapunto del actual Juez Instructor (institución que sólo perdura en Francia y en nuestro país), es el Fiscal y el autor señala los evidentes problemas de la dependencia jerárquica en el caso de los fiscales:
“Las organizaciones jerárquicas, como demuestran las publicaciones en materia de acoso laboral, son potenciales infiernos donde los subordinados quedan a merced de la tiranía de sus superiores. Hay una y mil formas sutiles de hacerlo, sin violación aparente de la legalidad. No se está diciendo que eso tenga necesariamente que ocurrir. Solamente que el riesgo es mayor en el caso de los fiscales que en el de los jueces” (pág. 147).

En síntesis, es prácticamente imposible que un solo fiscal, con la regulación actual, resista el peso de toda la institución, cuya configuración ha sido mantenida sin apenas cambios desde la época fronteriza con el franquismo. “Hace falta lanzarse a la arena social y mancharse, no ya de polvo, sino de barro, si es menester” (pág. 154).

Otro de los evidentes riesgos del fiscal instructor es el de que se filtre la información que se haga llegar al órgano de enjuiciamiento (pág. 182), riesgo conjurado por el actual sistema. Insiste el autor al señalar que “… si deseamos construir un proceso penal enteramente racional hemos de desprendernos de nuestros complejos y proclamar sin pudor que el Derecho es una ciencia. O al menos, que aspira a serlo” (pág. 192).

Ahora bien, el autor no se limita a criticar el futuro modelo de instrucción criminal (se ha de pensar que era por la fecha de publicación del anterior Gobierno, aunque todo lo dicho es predicable para el actual modelo de Anteproyecto), sino que ofrece, págs. 204 y ss, modelos alternativos como el de los “polos de instrucción”, a semejanza del sistema francés, o un procedimiento monitorio penal, tal y como ocurre en Alemania.

Juicio personal
Bajo la humilde opinión de quien esto redacta, el libro merece sobradamente la inversión. Es un libro de lectura bastante sencilla para quien tenga unos mínimos conocimientos de derecho procesal penal español y que contiene citas históricas adecuadas, sin caer en excesos expositivos ni en florituras innecesarias.

Lo importante, de todos modos, es el contenido. El autor huye de toda polémica y analiza desde una perspectiva exclusivamente científica los pros y contras de la instrucción penal de la mano del juez instructor y del fiscal, ofreciendo vías alternativas y alertando de los problemas que, necesariamente, surgen de adoptar un sistema u otro, al amparo de las coordenadas que vertebran a las respectivas carreras judicial y fiscal. En resumidas cuentas, es un libro que, desde la sensatez, ahonda en una problemática que no debe ser respondida con la ligereza, sino con un debate serio y riguroso, puesto que es una cuestión de orden general, al no estar, salvo el Monarca, nadie absolutamente exento de la eventualidad de vérselas con la jurisdicción penal. La Justicia parte de un procedimiento justo y este debe ser determinado bajo parámetros de ciencia que es, justamente, lo que expone este libro.

Para quien pueda estar interesado, dejamos este enlace a otro interesante artículo que se ha publicado hoy.




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