No
hace mucho, en uno de mis viajes a Madrid, un miembro de la Guardia Civil me
comentó que a nivel policial tenían un problema: las fuerzas policiales tienen
excelentes peritos en algunas materias pero no pueden acreditar los méritos o
formación de los mismos.
Planteemos
el dilema de otra manera: un perito policial, que puede no estar ni siquiera
licenciado en una materia y haber seguido la autoformación ¿va a saber más que
un catedrático universitario de esa misma materia y que sostenga lo contrario
en el juicio? Evidentemente, la cuestión formativa va a salir a relucir desde
el momento en que la defensa sepa que va, al menos formalmente, con un peso
pesado en su bando.
Una
vez tuve un asunto que solucionó el ERAT de la Guardia Civil, una unidad
absoluta e indiscutiblemente de élite en lo que a reconstrucción de accidentes
de tráfico se refiere. No voy a dedicarles más hueco en este post porque se
merecen uno sólo para ellos, si bien la idea de excelencia que ellos
representaron para mí es a lo que me refiero. Funcionarios con una grandísima
cualificación, que ha participado y sido formada incluso en el extranjero y que
te hacen ganar los juicios “con la gorra”.
Sin
embargo, las nuevas tecnologías, o las antiguas remozadas, hacen que en
determinados asuntos puedan no encontrarse profesionales en el sector público
de los que se pueda tirar con garantías. Otras veces puede que como víctima del
delito nos pueda interesar aportar nuestra propia pericial, si tenemos dinero
para la misma, o explorando las vías de la ley de asistencia jurídica gratuita.
Pensemos
en un anónimo que se imputa a un trabajador, enviado al jefe y que ocasiona un
despido disciplinario.
Pensemos
en un monte, donde se imputa un fraude de subvenciones, y donde hay que
determinar la edad de los árboles.
Pensemos
en una pericial medioambiental.
Sin
ir muy lejos, en el caso “Bretón” la prueba pericial antropológica realizada.
La pericial sociolingüística
Ya
que tengo a un perito en la familia, sin saberlo él mismo, vamos a exponer
algunos detalles de la misma, por si se anima a dedicarse a ese camino tan
ignoto hasta la fecha. En nuestro CENDOJ no he visto ni una sentencia que la
haya valorado, probablemente porque nunca se haya pedido por nadie.
Mi padre es
Catedrático de Filología Hispánica y, aunque no nos hemos pisado nunca el
sembrado, lo cierto es que hay una obra suya que me parece muy interesante al
respecto de lo que estamos tratando. En su obra El Quijote apócrifo y Pasamonte, se hace un recorrido sobre el uso
de palabras, giros, expresiones y un sinfín de datos, que determinan su idea
sobre el verdadero autor del Quijote apócrifo.
Saltando
a nuestro tiempo, la “pericial sociolingüística” puede aportarnos numerosos
datos para imputar o exonerar a una persona de un texto determinado. Pensemos
que si no estamos ante un documento vocal, donde cabría la prueba fonométrica
ya vista al menos dos veces en este blog, o un documento manuscrito, la
posibilidad de dilucidar la verdadera autoría pasa, necesariamente, por atender
a cuestiones morfosintácticas y léxicas. Sigo bastantes blogs pero hay uno que sobre este
particular me ha llamado bastante la atención. El perito Juan Carmelo Monge de
Barakaldo (Bilbao), en su blog que se puede encontrar AQUÍ, tiene 47 entradas al respecto de lo
más interesantes, sin perjuicio de otras etiquetas en el lateral derecho.
Contra las nuevas formas de la delincuencia hay que ir cambiando el chip y, de
paso, le acabo de dar unas ideas a mi padre y a abejorro para entretenerse.
Pensamiento
del día: La mente es como un paracaídas.
Sólo funciona si la tenemos abierta. Albert Eistein.
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